Una larga vida llena de creaciones y revoluciones. Nicanor Parra está dentro de los grandes nombres de la literatura mundial por haber entregado humor y agudeza a un ambiente marcado por la seriedad, un verdadero genio de nuestros tiempos que falleció este martes 23 de enero a los 103 años.
Hijo de Rosa Clara y Nicanor. Mayor de nueve hermanos, entre los que se cuenta a Violeta. Nació el 5 de septiembre de 1914 en la localidad de San Fabián de Alico en la Región del Bío Bío, y desde pequeño mostró un intelecto sin igual.
A continuación repasaremos 10 hitos que marcaron la vida de este antipoeta y académico que aportó con su conocimiento tanto a la literatura como a la ciencia.
Cuatro carreras
Fue el único de los nueve hermanos Parra que realizó estudios secundarios, llegando hasta quinto de humanidades (tercero medio) en el Liceo de Hombres de Chillán. En su último curso decidió dejar su casa para entrar a la escuela de Carabineros, pero gracias a la Liga de Estudiantes Pobres -organización dedicada al apoyo de jóvenes de escasos recursos- terminó la secundaria en el Internado Nacional Barros Arana.
Su destacado rendimiento y sus ambiciones lo llevaron a estudiar Matemática y Física en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Pero sus ideales no quedaban sólo ahí, ya que también se matriculó en otras tres carreras: Leyes, Ingenierías e Inglés. Finalmente optó por dejar sus últimas opciones y quedarse con la primera.
El inspector Poeta
Su situación económica era precaria y la beca entregada por la Liga de Estudiantes Pobres no era suficiente, por lo que entró a trabajar como inspector en su antiguo internado, labor que desempeñó junto a sus amigos y compañeros Jorge Millas y Carlos Pedraza.
Era 1935 y seguía su especialización en pedagogía en matemática y física, pero su lado artístico no se detenía por ningún motivo. Fundó con Millas y Pedraza la Revista Nueva, que circulaba entre profesores y estudiantes. Ese mismo año publicó su primer cuento, titulado «Gato en el Camino«.
Gabriela Mistral
Tras recibirse como profesor en 1937, se trasladó nuevamente a Chillán a realizar clases en su antiguo liceo. Ahí publicó su primer poemario titulado Cancionero sin Nombre, por el que recibió, un año más tarde, el premio Municipalidad de Santiago y el reconocimiento de una grande de la literatura: Gabriela Mistral.
En un acto en el que la poetisa fue recibida en la ciudad de Chillán, Nicanor Parra leyó su poema «Canto a la Escuela» y en esa misma ceremonia Mistral lo llamó «el futuro poeta de Chile», una señal inequívoca de sus proyecciones.
La matemática, poesía y cosmología
Si bien ya ganaba reconocimiento por su lado artístico, y su estudio de las formas de poesía estaba recién comenzando, decidió viajar a Estados Unidos para estudiar Mecánica Avanzada con una beca del Institute of International Education. Estuvo en ese país hasta 1946, año en el que retornó y quedó como profesor titular de Mecánica Racional de la Universidad de Chile.
Nicanor estaba en la mayoría de las antologías de poetas chilenos de la época y comenzaba a dar forma a su libro clave, Poemas y Antipoemas (1954). En 1948 fue nombrado Director Interino de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile, cargo en el que estuvo sólo unos meses, ya que recibió una beca del Consejo Británico y partió a Oxford a estudiar Cosmología por dos años, en un salto cultural que lo marcaría para siempre.
Quebrantahuesos
Luego de su retorno a comienzos de los años ’50, se unió a los poetas Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky para realizar su primera exposición, en su afán por ir más allá de la poesía como simple herramienta literaria.
Así nacen los Quebrantahuesos, una selección de poesías hechas con recortes de diarios y plasmadas en murales gracias a la técnica del collage. Una creación fantástica que hasta el día de hoy sorprende a quien la vea.
El salto a la antipoesía
Ya con Poemas y Antipoemas (1954) publicado, Nicanor comenzó a dar forma a su estilo propio y la recepción en Chile y Latinoamérica fue positiva. De esta forma su flujo creativo se aceleró y dio inicio a una cadena de libros que lo definieron y proyectaron como un referente.
La cueca larga (1958), Antipoemas (1960), Versos de salón (1962), Manifiestos (1963), Canciones rusas (1967), Obra Gruesa (1969), Los profesores (1971), Emergency Poems (1972), Artefactos (1972), Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui (1976) y Nuevos Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui (1979), son algunos de los títulos que continuaron su camino literario.
Reconocimientos literarios
Dentro de la gran lista de reconocimientos que Nicanor Parra lucía, eran tres los que más se destacaban. El primero de ellos fue en 1969, cuando recibió el Premio Nacional de Literatura, debido al cambio que comenzaba a generar con su prosa. Muchos años más tarde, en 1991, fue el primero en recibir el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, que lo posicionó en el continente.
En el año 2011 obtuvo un importante reconocimiento cuando la Asociación de Academias de la Lengua Española, a través del Ministerio de Cultura de España, decidió entregarle el Premio Miguel de Cervantes, el más valorado en nuestro idioma.
Esquivo Nobel
Una de las historias amargas es su relación con el Premio Nobel de Literatura, aunque a él pareció nunca importale. Si bien la primera vez que sonó fue cuando la Universidad de Columbia en una publicación lo mencionó como merecedor del importante reconocimiento, la primera postulación oficial llegó recién en 1995, cuando la Universidad de Nueva York y la coordinación de Marlene Gottlieb lograron el apoyo necesario.
Finalmente no ganó y en los años venideros continuaron las esperanzas con postulaciones en 1997 y 2001. Hasta los últimos días de su vida su nombre sonaba entre los favoritos, pero no hubo éxito. En cuanto a esto, en una entrevista con El Mercurio afirmó que le interesaba más ganarse la lotería y que, como Jorge Luis Borges, se sentía un «candidato repetido, uno de los persistentes que nunca salen. Uno de los condenados de antemano».
Violeta, árbol florido
Mucho se ha escrito sobre el estrecho vínculo que compartieron Nicanor y Violeta Parra, y cómo esa relación se tradujo en impulso y fuente permanente de inspiración para la obra de cada uno de ellos. «La Viola y yo somos la misma persona«, escribió él alguna vez. «Sin Nicanor, no hay Violeta«, dijo ella.
Cuando Violeta murió, el 5 de febrero de 1967, la única carta que dejó iba dirigida a su hermano mayor. Él escribió entonces su «Defensa de Violeta Parra«, una elegía que sentenciaba: «Todos los adjetivos se hacen pocos / Todos los sustantivos se hacen pocos / Para nombrarte».
La muerte no rompió el vínculo entre ellos. El libro La poesía de Violeta Parra, publicado en 2013 por Paula Miranda Herrera, narra: “Nicanor sueña con un pasaje oscuro en que Violeta, subida en una escalera de caracol que da al vacío, lo llama desde arriba, extendiéndole su mano y diciéndole: ‘Tito, mátate, vente conmigo, allá atrás ya no queda nada’. La sensación es de total desamparo para él, que nunca se ha atrevido a tomar la mano de su hermana en aquel sueño. Pero Violeta ha permanecido con esa mano extendida, acompañando a su hermano durante todos estos años”.
Últimas Instrucciones
Si bien el 23 de enero de 2018 Nicanor Parra nos dejó, en 1969 publicó, como parte del libro Obra Gruesa, un antipoema llamado «Últimas Instrucciones» en el que entregaba las peticiones para su muerte.
«Ahora bien —ahora mal— ahora / vélenme con los siguientes objetos: un par de zapatos de fútbol, una bacinica floreada, mis gafas negras para manejar, un ejemplar de la Sagrada Biblia», este es parte de ese escrito que puedes ver completo aquí.