Entre los grandes compositores de la ópera francesa del siglo XIX, Jules Massenet ostenta la mayor producción, con dos docenas de títulos. Este músico nació en Montaud (Saint-Etienne), en 1842. Tras recibir lecciones de su madre, ingresó al Conservatorio de París a los 11 años. Siendo estudiante, dictó clases de piano, tocó en cafés y fue percusionista en orquestas de teatros. Su opción por la ópera se manifestó desde muy temprano, con una creación para ese género como primera obra de su legado: “Les deux boursiers” (1859).
Con el apoyo de Hector Berlioz ganó el Premio de Roma en 1863, lo cual le permitió dos años de estadía y aprendizaje en esa ciudad italiana. Franz Liszt le presentó allí a Louise-Constance de Gressy, una alumna que pronto fue su esposa.
Al regresar a Francia comenzó su consolidación como compositor de óperas. Su décima incursión en este género, “El rey de Lahore” (1877), fue su primer gran éxito, abriendo el paso a una nueva década que traería muy importantes títulos, entre ellos “Herodías” (1881), “Manon” (1884) -el mayor triunfo de toda su producción-, “El Cid” (1885) y “Esclarmonde” (1889).
“Werther” (1892), su segunda ópera más famosa, pudo haberse estrenado varios años antes, ya que no pudo presentarse al estar lista en 1887. Luego destacan “Thaïs”, “El retrato de Manon” y “La navarresa” (1894), junto a “La cenicienta” (1899).
En el paso al siglo XX surgieron óperas con éxitos más moderados. Entre ellas las más relevantes son “El juglar de Nuestra Señora” (1902), “Querubino” (1905), “Teresa” (1907) y “Don Quijote” (1910). En estas dos últimas dedicó importantes roles a Lucy Arbell, mezzosoprano 40 años menor, de quien se enamoró perdidamente.
Massenet murió en 1921, pocos meses después de presentarse “Roma”. “Panurge” y “Cleopatra” fueron estrenadas tras su deceso, al igual que “Amadís”, compuesta en 1895.