El ballet «El Cascanueces» es una de las piezas más clásicas de la danza, teniendo innumerables versiones en todo el mundo desde su creación en 1892. Una de ellas es la realizada por el Ballet Teatro NESCAFÉ de las Artes, que cada año se presenta durante el mes de diciembre.
Un trabajo de su directora Sara Nieto, quien fundó la compañía en 2012 y desde esa fecha ha continuado con la tradición navideña de poner en escena la historia de Clarita y su cascanueces, con quien atraviesa el Reino de las Nieves, el País de las Golosinas y son atacados por el ejército del Rey de los Ratones.
Con música compuesta por el connotado músico ruso Piotr Ilich Tchaikovsky y con coreografía de Marius Petipa, «El Cascanueces» no tuvo un inicio muy próspero, pero finalmente logró convertirse en el clásico que es hoy en día. Ahora repasaremos esa historia que comenzó en el Imperio Ruso a fines de 1800.
La historia de «El Cascanueces»
Era el año 1890 y la dupla Tchaikovsky/Petipa logró un éxito notable en la Rusia Zarista con su trabajo en La Bella Durmiente. Por lo mismo, el director de los Teatros Imperiales, Ivan Vsevolozhky, les encargó una nueva pieza de ópera y ballet.
Luego de buscar diversas ideas, Petipa eligió una adaptación realizada por Alexander Dumas (padre del conocido escritor del mismo nombre) del cuento “El cascanueces y el rey de los ratones”, escrito por Ernst Theodor Amadeus Hoffmann en 1816.
De esta forma se realizó un trabajo en conjunto en el que Petipa le detalló a Tchaikovsky minuciosamente cada parte de la obra, dándole indicaciones hasta de cómo debía ser la composición. El proceso se desarrollaba con normalidad, hasta que en 1891 el músico lo dejó de lado por un tiempo debido a un compromiso en Estados Unidos, donde dirigió «La Obertura 1812» para la inauguración del Carnegie Hall en Nueva York.
Tras retomar el trabajo, el 18 de diciembre de 1892 estuvo al fin listo “El Cascanueces”, con la idea de mostrarse frente al Zar Alejandro III, quien lideraba el Imperio Ruso en esos años. El debut no tuvo el éxito esperado: fue recibido de forma tibia por la crítica, quienes no estuvieron muy de acuerdo en algunas actuaciones y en la estructura de la obra, aunque la música de Tchaikovsky sorprendió a muchos.
Así, pasó sin pena ni gloria hasta que en 1919 el coreógrafo ruso Alexander Gorsky realizó una nueva adaptación, más reducida. Esto dio inicio a la expansión de este montaje, que fue reversionado y montado por primera vez fuera de Rusia en 1927, cuando el coreógrafo Ede Brada lo presentó en Budapest.
En los años ’40 llegó a Estados Unidos y finalmente se inmortalizó como una tradición de los grandes teatros del mundo, que de forma anual llevan a escena esta linda historia navideña que mezcla música, danza, fantasía e imaginación.