Este sábado en la mañana recibimos una noticia que hubiéramos querido no recibir nunca: Ángel Parra falleció. El incomparable cantautor chileno se fue a los cielos con 73 años y tras una lucha implacable con el cáncer.
Nacido en Valparaíso el 27 de junio de 1943, el hijo de Violeta Parra y Luis Cereceda fue pieza fundamental de la Nueva Canción Chilena y de la música folclórica durante más de medio siglo.
“El Ángel de Chile”, como lo llamó Mauricio Redolés, nos deja un extenso legado musical -que abarca más de 70 discos- y un ejemplo de vida. Suyas fueron las causas justas. Cantó a los trabajadores, a los campesinos, a los desvalidos. Confrontó al poder, a los atropellos, a la dictadura. Su canto fue denuncia y también esperanza.
“La música es algo muy potente, muy positivo. Para mí la música ha tenido un rol formador desde muy pequeño. Nunca fui al colegio, sino que aprendí todo a través de la música popular, del canto de mi madre, de mis tíos, del folclor chileno, del latinoamericano. No tengo otra formación que esa, entonces la música puede llegar a ser un instrumento para enfrentar la vida”, nos dijo en 2014, días antes de presentar en nuestra sala el disco Mi primer tango en París.
También plasmó su talento en seis libros, entre ellos Violeta se fue a los cielos, una biografía de su madre, en la que se basó la película homónima de Andrés Wood.
Creador innato y consecuente, dicen sus seres más cercanos que se mantuvo activo y creando hasta el último momento. Hace tan solo unas semanas presentó en Santiago dos nuevos libros; Mi Nueva Canción Chilena. Al Pueblo lo que es del Pueblo y Al Mundo Niño Le Canto.
No tenemos dudas: su legado perdurará y será fuente generosa de inspiración para las generaciones por venir. Gracias por tanto, querido Ángel.
Cuando amanece el día digo:
qué suerte tengo de ser testigo,
como se acaba con la noche oscura
que dio a mi tierra dolor y amargura.
Y ahí veo al hombre
que se levanta, crece y se agiganta.
Cuando amanece el día siento
que tu cariño crece con el tiempo
y ha de entregarme una mano en el pelo
y ha de entregarme dolor y consuelo.
Cuando amanece el día digo
a mis dos hijos que traigan la luz
de sus miradas para iluminar
tanta esperanza de trabajo y pan.
Cuando amanece el día pienso
en el mitin de las seis en el centro
donde estará todo el pueblo gritando:
¡a defender lo que se ha conquistado!
– Ángel Parra