Un 11 de mayo nació en el extremo sur de Chile un hombre que en medio siglo de vida transformaría el teatro chileno. Corría el año 1951 y en la ciudad de Punta Arenas abría los ojos, por primera vez, Andrés Pérez Araya.
Con esfuerzo, sacrificio, liderazgo y mística, empezó desde muy joven a crear propuestas creativas. A través de diversas iniciativas, se desempeñó como actor, coreógrafo, director, dramaturgo y docente, desarrollando un lenguaje propio que reflejó la realidad y dificultades del tiempo que le tocó vivir.
Su visión artística y su sensibilidad social encontraron en la compañía Gran Circo Teatro -en la que dirigió 10 montajes- su mayor medio de expresión y en “La Negra Ester” su obra más aclamada.
«Cuando tú vienes saliendo de la hospedería o de un hoyo en el metro aterido de frío, creas un teatro lleno de color, de vida, de alegría, con zancos, con globos, con máscaras, con fanfarria, con música”, dijo el propio artista a la revista Caras en el año 2000.
Cinco años después de su muerte, ocurrida el 3 de enero de 2002, se instauró el Día Nacional del Teatro que, en honor a él, se celebra en la fecha de su cumpleaños.
Hoy, además de recordar el invaluable legado de Andrés Pérez Araya, queremos manifestar nuestro cariño y agradecimiento a quienes, como él, mantienen viva la magia del teatro.